Por: Juan Pablo Olivares Miranda
Mientras que a su edad otros tienen un buen cobijo y hace tiempo que dejaron de hacer cosas de jóvenes, Nicómedes Cerdán Malca, a sus 69 años de edad, se levanta todos los días a las 7 de la mañana para empezar un nuevo día de trabajo en el hipódromo Arequipa. Recorre casi todas las caballerizas, mira y acaricia a los caballos y observa a su alrededor; quizás son rituales necesarios para empezar de la mejor manera una nueva jornada.
Cerdán posee el típico físico de un jinete: no mide más de 1.50, pesa solo 50 kilos y camina con los pies medios arqueados. Sin embargo, hoy en día, las arrugas y canas que tiene es lo que más resaltan en él.
“Yo entré a la escuela de Monterrico a los 11 años. Empecé a correr como aprendiz en el año 1966”, recuerda con nostalgia, con la lejanía de esos tiempos idos.
Viste un pantalón jean y una chompa algo usada, además de un viejo casco, así como una deteriorada huasca. Recibe el saludo de sus compañeros y bromas de algunos otros mientras se alista para empezar a trabajar los caballos que le tocará montar el fin de semana.
“A veces es necesario hacer estos trabajos, galopo y hago lo que me indica el “prepa”, así conoces un poco más del caballo que vas a correr”, sostiene.
Entre trabajo y trabajo se da su tiempo para descansar y fumarse un cigarrillo. Toma asiento en la banca de alguna de las caballerizas y empieza a recordar su trayectoria de más de 50 años en la hípica.
“Empecé a correr en el año 1966, en el hipódromo de Monterrico. Tuve un buen inicio ya que empecé a ganar carreras siendo aún aprendiz. Me iba muy bien, los propietarios y preparadores empezaron a confiar en mí y me daban varias montas todas las reuniones”, recuerda el jinete de la tercera edad.
Nicómedes Cerdán, el “viejo”, como cariñosamente lo llaman, la pasaba bien en sus inicios como jinete. Sin embargo, un problema de asma hizo que su auspicioso comienzo en las pistas de Monterrico cambie radicalmente. Para poder sanar de esta enfermedad tuvo que abandonar la capital y refugiarse en la ciudad de Arequipa, pues de no cambiar de clima su salud y futuro como jinete se le complicaría.
"En 1978 vine a Arequipa por mi problema con el asma, fue difícil para mí. Ya me había acostumbrado allá (Lima), pero no tenía otra opción, mi salud empezó a afectarse”, recuerda.
Ya instalado en la Ciudad Blanca, el hipódromo de Porongoche se convertiría en su nueva casa. Para el “viejo”, su adaptación a la hípica arequipeña fue más fácil y rápida de lo que esperaba. Tanto así, que fue el líder de las estadísticas por cinco años seguidos.
“Me adapté muy bien a la pista de Porongoche, conocí a mucha gente nueva y empecé a hacer nuevos amigos. Los preparadores empezaron a darme oportunidades (montas) y así me convertí en el mejor por mucho tiempo.
Lamentablemente, en el año 1986, cuando disfrutaba el mejor momento de su carrera, una caída le provocó una fisura en la cadera, esta lesión lo tuvo alejado de las carreras por más de medio año y, al regresar a las pistas, su rendimiento ya no fue el mismo.
A pesar de que ya no corría como antes, se las ingenió para seguir siendo uno de los mejores jinetes de Arequipa.
“Después de esa lesión mi desenvolvimiento ya no era el mismo, ya me cuidaba más, no arriesgaba mucho. Sin embargo, recuerda haber ganado más de mil carreras”.
Una de las carreras que ganó y que más recuerda es el “Gran Derby del Sur”, con el caballo Arequipeñito, que pertenecía al stud “La Cabañita” de don Darío Núñez Rodríguez, quien fue presidente del Jockey Club de Arequipa. Asegura, fue el triunfo más importante y recordado de su carrera.
Pronto a cumplir 70 años de edad, Cerdán pensó en alejarse de las pistas debido a su lesión a la cadera. Pero su amor y afición a los caballos de carrera hicieron que continúe corriendo. Ahora, aunque ya no le dan los mejores caballos ni gana grandes clásicos, el “viejo” quiere hacer historia no solo en la hípica nacional sino también mundial, convirtiéndose en el jinete más longevo del mundo, récord que lo ostenta hoy en día el uruguayo Irineo Leguisamo, quien corrió hasta los 70 años de edad, de conseguirlo, “el viejo” entraría nada menos que a los récords Guinness.
“Me cuido un poco más, no me arriesgo mucho, una caída a estas alturas podría ser fatal. Quiero batir ese récord, me emociona ser el jockey más viejo del mundo. Eso me motiva, es más, pienso correr hasta los 75 años”, confiesa -emocionado- Cerdán.
Pero no todo fue positivo en la carrera de Cerdán. Tuvo varias lesiones que ahora le pasan la factura. Se separó de su esposa y de sus hijos. A pesar de que fue uno de los mejores del país no supo aprovecharlo. Hoy vive en el hipódromo de Arequipa. Ha acondicionado una pesebrera como su cuarto. El pago que le dan por montar (20 soles por carrera) y el 20% del premio si es que gana, no le alcanza para mucho. No ve a sus hijos hace muchos años y su esposa prácticamente se olvidó de él.
“Tenía a mi familia, pero hace muchos años que estoy separado. No veo a mis hijos, ni ellos vienen a visitarme. Estoy prácticamente solo, mi nueva familia son mis compañeros del hipódromo”, sostiene Cerdán, algo resignado.
Sin embargo, asegura no arrepentirse de nada. Ahora solo está concentrado en batir ese récord, que no solo lo haría pasar a la historia de la hípica mundial, sino también, de concretarse, recibiría una fuerte cantidad de dinero que ahora le hace mucha falta.
Mientras conversamos, un vareador (ayudante) lo llama para que empiece de nuevo a trabajar. Lo acompañamos hasta una de las caballerizas, ahí lo espera listo el caballo que tiene que galopar. Antes de montar el equino me da una palmada en el hombro y me dice algo emocionado: "sabes “chino”, la plata que ganaría me serviría para que cuando ya me “jubile” pueda vivir cómodamente, tener una casita. Una vida propia". Sonríe, se despide dándome un apretón de manos y se alista a montar el caballo.
Ahí va el “viejo”, galopando por la vida, disfrutando de lo que hace, se le ve feliz. Él sí es un verdadero “pura sangre”, con un corazón noble y que no se da por vencido hasta llegar a la meta.