Es un estadio con historia. Es un recinto con tradición. Es parte de la vida deportiva no solo de Arequipa, sino que del Perú y del mundo. En su campo jugaron dos figuras universales del fútbol como el "Rey" Pelé y el gran arquero ruso Lev Yashin "La Araña Negra".
En cualquier país donde saben valorar su historia, donde entienden el significado del pasado como una gran enseñanza para el presente y futuro, sin duda, estaría bien cuidado.
Solo en nuestra sociedad lo antiguo no tiene valor, lo viejo es desechado, maltrado, descuidado. Solo cuando es tarde nos damos cuenta de lo que hemos perdido.
Miles de niños y jóvenes no solo jugaron en su interior, sino que también en su exterior. Y no solo corriendo tras un balón, sino trepando sus árboles, jugando a la "tumba, tumba" en sus áreas verdes. Hoy solo queda recuerdos de aquellos años maravillosos, que están en el profundo valle del olvido. Ese olvido al que fue llevado por las autoridades de turno. Lleva el nombre de uno de hijos ilustres de Arequipa, símbolo del patriotismo y de la literatura.
Fue el regalo para la ciudad cuando cumplió sus 400 años de fundación española. Hoy es escenario para fiestas musicales que terminan en lamentables espectáculos contra la moral y es molestia visceral para los vecinos del IV Centenario, por el estruendoso ruido de esos eventos. Fue escenario del torneo más importante de clubes de este continente, La Copa Libertadores de América. Hoy en sus alrededores se desarrollan varias formas de actividades comerciales, que impiden usar sus lozas deportivas. Yo me pregunto: ¿Quién gana con todo esto? ¿Cuánto dinero circula por toda estas actividades?
Atrás quedaron aquellas épocas cuando un arequipeño se sentía orgulloso de su recinto deportivo, ese estadio que lleva el nombre de Melgar.
En cualquier país donde saben valorar su historia, donde entienden el significado del pasado como una gran enseñanza para el presente y futuro, sin duda, estaría bien cuidado.
Solo en nuestra sociedad lo antiguo no tiene valor, lo viejo es desechado, maltrado, descuidado. Solo cuando es tarde nos damos cuenta de lo que hemos perdido.
Miles de niños y jóvenes no solo jugaron en su interior, sino que también en su exterior. Y no solo corriendo tras un balón, sino trepando sus árboles, jugando a la "tumba, tumba" en sus áreas verdes. Hoy solo queda recuerdos de aquellos años maravillosos, que están en el profundo valle del olvido. Ese olvido al que fue llevado por las autoridades de turno. Lleva el nombre de uno de hijos ilustres de Arequipa, símbolo del patriotismo y de la literatura.
Fue el regalo para la ciudad cuando cumplió sus 400 años de fundación española. Hoy es escenario para fiestas musicales que terminan en lamentables espectáculos contra la moral y es molestia visceral para los vecinos del IV Centenario, por el estruendoso ruido de esos eventos. Fue escenario del torneo más importante de clubes de este continente, La Copa Libertadores de América. Hoy en sus alrededores se desarrollan varias formas de actividades comerciales, que impiden usar sus lozas deportivas. Yo me pregunto: ¿Quién gana con todo esto? ¿Cuánto dinero circula por toda estas actividades?
Atrás quedaron aquellas épocas cuando un arequipeño se sentía orgulloso de su recinto deportivo, ese estadio que lleva el nombre de Melgar.
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