Miguel Reyes era un joven mil oficios, tosco y populachero. Hace más de un siglo transitaba por las calles pintorescas de Montevideo. Por aquel entonces el fútbol era un nuevo deporte que estaba de moda. Un día un amigo lo llevó hasta la sede del Club Nacional de Football, ahí fue empleado como lo que hoy sería un utilero, pero lo que mejor hacia era inflar los balones, tarea nada fácil para entonces. “Vos vaya hinchar las pelotas”, solía ordenarlo. “A esta pelota la falta ser más hinchada”, le reclamaban.
Miguel Reyes, con el tiempo, se volvió un seguidor del Nacional y siempre acompañaba al equipo a sus partidos de los domingos, no dejaba de gritar arengando a los jugadores del Nacional, vociferar en contra del árbitro o el rival. Un buen día comenzó a entonar un cántico y aplaudía al ritmo del canto que interpretaba. Desde ahí sus allegados lo miraba y decían “Ahí viene el hincha”, “Oye, ponte a hinchar”. Con el tiempo, mucho se ha escrito sobre el hincha. Por ejemplo, Eduardo Galeano detalló: “Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos (…) Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros» Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme”.
Por su parte, Jaime Baily alguna vez se refirió a los hinchas, sobre todo a las barras bravas: “Los espectadores violentos son "desadaptados", pero se ignora a qué se han adaptado los pacíficos (o si esa adaptación será duradera o es sólo provisional). No parece fácil que un desadaptado se adapte, pero sí que un adaptado se desadapte (para lo cual sólo hace falta que el árbitro sancione un penal inexistente a los ojos del espectador)”.
Hoy el hincha en las tribunas se ha convertido en un intolerante, un sabio de los movimientos tácticos y un conocedor de las reglas de juego; es el experto en todo lo relacionado al fútbol. Hoy el fútbol, ese fútbol comercial e industrial que mueve miles de millones de dólares, es una religión y los hinchas son los feligreses, y muchos de ellos son unos fundamentalistas.
El hincha en el estadio se olvida que es una persona culta, deja atrás que quizás sea un mecánico, carpintero, médico, abogado o periodista.
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