Por: Roberto Rodríguez P.
Los corazones de los hinchas rojinegros palpitaron a mil por hora en la final entre FBC Melgar y Cristal.
Los rostros de ellos lo decían todo. Angustia, nervios, ansiedad fueron el común denominador de una tarde que, apenas sonó el pitazo de Henry Gambetta, se tiñó de tristeza y dolor. El silencio era previsible. Pero eso sí, se sintieron orgullosos porque sus leones dejaron la piel.
Y es que la pantalla gigante instalada en Parque Lambramani invitó a una masiva concurrencia de cientos de hinchas del 'Dominó'.
A cada acción de riesgo en ambas porterías, se tomaban la cara con las manos, se agarraban la cabeza y los cabellos.
En medio de esa tensión, nuca faltó el aliento de la "doce". Los cantos "Sí se puede" o "Vamos rojinegro, esta tarde tenemos que ganar" no cesaron .
Los aplausos de la marea de hinchas eran como el pan de cada día, y más cuando el jugador rimense Renzo Revoredo vio la roja.
Una luz de esperanza se avecinaba. Las opciones de gol llegaban una tras otra, pero el balón no entraba.
A un gol del bicampeonato estaba Melgar y, conforme transcurrían los minutos, la desesperación y la ansiedad del hincha eran mayores.
Nadie perdía la fe, algunos elevaban sus oraciones a Dios. Con un rosario entre las manos, una jovencita imploraba ese ayudita, un milagro que nunca llegó.
Hasta las lágrimas de una dama caían, y en un rincón otro simpatizante era consolado por sus amigos. El volcán no erupcionó como aquella tarde del 2015, pero tampoco se apagó.
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