Golpe de autoridad en el primer final en alto del Tour de
los enmascarados. Triunfo de Primoz Roglic, uno de los candidatos más
cualificados, en la estación alpina de Orcières-Merlette, donde Luis Ocaña
firmó una gesta antológica en 1971. Tributo de la 'Grande Boucle' al genial y
desdichado escalador español en una jornada en la que se cribó algo la
clasificación general. Adiós, locomotoras; hola, escaladores. Ciclismo de
altura en rampas prematuras: jamás en la historia del Tour de Francia una etapa
en línea había tenido final en alto en los cuatro primeros días de competición.
En una subida de siete kilómetros, con una pendiente media
del 6,7%, idónea para escaladores con buena punta de velocidad, como
Alaphilippe, Valverde o Carapaz, destacó el pedaleo sólido de Roglic, que se
impuso en una cita dominada por el exceso de conservadurismo. Otro día en el
que los aventureros Vuillermoz, Politt, Neilands, Burgaudeau y Pacher pusieron
la emoción de la escapada de turno, neutralizada en las primeras rampas del puerto
alpino. Uno grupo de 50 corredores, con todos los favoritos atentos, marchó
hasta la cima con el ritmo marcado por escuderos de categoría, como Van Aert,
Castroviejo o Kwiatkowski. El Jumbo asumió el protagonismo, pero sin acelerar
demasiado hasta el último kilómetro, donde Roglic, Pogacar, Bernal, Miguel
Ángel López y Quintana pugnaron por la victoria y por desbancar a Alaphilippe
del liderato. Misión imposible, porque este tipo de llegadas se amolda
perfectamente a las características del francés.
En esa pelea por brillar en la primera cima alpina, Roglic
fue el más decidido y no escondió sus ambiciosas intenciones. Su meta es la
primera plaza del podio de París.
"Creo que veremos cosas interesantes en la lucha por la
general. De momento hay mucha gente bien posicionada. No sabría identificar un
rival principal ahora mismo. Todos los que estamos ahí tenemos buenas piernas y
no podemos descontar a nadie", dijo Bernal en un día en la que se rememoró
la gesta de Ocaña el 8 de julio de 1971.
Entonces, el ciclismo era más imprevisible, más hermoso.
Entonces, el ciclista de Priego humilló a Eddy Merckx con un escapada
antológica. El conquense, que había visto flaquear al Caníbal, ordenó atacar a
Agostinho a falta de 100 kilómetros de la meta y se marchó tras él para iniciar
una cabalgada de leyenda. El español se presentó en la meta con una ventaja de
8.42 minutos sobre el belga. Al segundo clasificado, Lucien van Impe, le superó
en 5.52 y dejó fuera de control a 61 corredores, que luego fueron repescados por
la organización para no quedarse con un pelotón minúsculo. "El emperador,
fusilado", tituló 'L'Equipe'. "Me inclino ante Ocaña. Nos ha sometido
a todos, como El Cordobés en la plaza de toros", apuntó el belga. Cuando
el español tenía el Tour ganado, se topó con aquella maldita caída en Menté.
Cruel destino para el desconsolado conquense. Eran otros tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario