Tiene un carácter
especial. Dice las cosas de frente. Como alguien dijo, no tiene pelos
en la lengua. Quizás por todo eso, ha ganado, ha perdido y ha
mantenido amigos. No es peruano, pero desde su trinchera me parece
que hace mucho más que cualquiera que nació en este hermoso país.
No es arequipeño, pero sabe la historia de Arequipa, quiere y ya
está haciendo historia en el deporte mistiano, tanto así que me
atrevo a decir que marcó una era y fácilmente se puede decir antes
y después de él. Hoy él no se siente peruano, sino dice que es
peruano, tanto así que orgulloso muestra su DNI.
Nació en Cuba. Él
es de las personas que vivió antes de la Revolución de Fidel. Sabe
que fue vivir en los tiempos de Fulgencio Batista, por eso defiende a
capa y espada la gesta de Camilo Cienfuegos, “Che” Guevara y los
hermanos Castro. Le está agradecido a la Revolución, porque
sostiene que gracias a todo eso llegó a estudiar y graduarse como
Licenciado en Educación Física y Deporte.
Llegó a Arequipa
por un trabajo temporal, pero el amor por una arequipeña le hizo
afincar aquí. La pasión por su carrera y el reto de sacar buenos
atletas fueron el motor para que en varias oportunidades desista o
rechace propuestas para ir a trabajar a otros países con sueldos
mucho más elevados que los que gana aquí.
Rocío Huillca,
Mario Bazán y Zulema Arenas, son quizás sus últimas obras de arte,
son deportistas a los que llevó a ser campeones, son jóvenes que
han cambiado su vida desde que comenzaron a y entrenar con el cubano.
Repito, él siempre
dice que tiene dos países, Cuba y Perú. Quizás por eso, por ser
peruano fue maltratado en más de una oportunidad por las autoridades
deportivas de turno. Sin duda las personas que no siguen su carrera,
que no saben de su sistema de trabajo, que no están convencidos que
con la disciplina se puede llegar lejos, siempre hablarán mal de él.
Quizás porque
siempre reclama por hechos que desde su juicio están mal, muchos
quisieran que se vaya de la ciudad, pero cada vez que lo veo trabajar
estoy convencido que es un hombre hecho a prueba de balas y que es
difícil que deje la tierra que lo adoptó.
E
Cada vez que
converso con él, siempre termina dándome cátedra sobre desarrollo
y cultura deportiva, y claro, siempre termina quejándose de todo lo
malo que está en el deporte.
Un sorbo de café
bien cargado, varios cigarrillos, un cronómetro y su cuaderno donde
apunta todas las marcas de sus atletas son sus compañeros de
trabajo. Todas las mañanas se le puede encontrar entrenando con los
jóvenes en el estadio Melgar, gritando, silbando, llamando la
atención, corrigiendo, engriendo a sus atletas que cariñosamente lo
llaman “Pipo”; sí, así lo conocen los jóvenes a este artesano
de medallistas llamado Julio Sebastián Pérez Rizo.
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