Recibió el balón,
“Patato” Márquez se encontraba en el medio campo. Levantó la
cabeza y comenzó a escribir la hazaña. Se llevó a Juan de la Venga,
Rodolfo Guzmán también quedó en el camino, de la misma manera
Manuel Grimaldo, ya se encontraba en el borde de área, miro la
ubicación del arquero Rodolfo Bazán sacó un remate que se clavó
en un angulo. El público que repletó el estadio Melgar salto de
alegría, muchos lloraron de emoción en las cuatro tribunas, era la
tarde del domingo 2 de octubre de 1966. FBC Melgar jugó con Alianza
Lima y había ganado 2-1.
Patato, no lo podía
creer, se emocionó y salió corriendo de tras del arco, sus
compañeros lo abrazaban. Parado en uno de los palos de su pórtico se
encontraba Bazán, aquel arquero que tapaba en la selección Nacional
y que en el año 1963 le atajó un penal a el “rey” Pele. Miro
al goleador arequipeño, le extendió la mano y le dijo “Bien
muchacho, muy bien, tienes mucho futuro”. Después el moreno y
experimentado portero se ubico en su zona pensando de donde había
salido este muchachito.
En el barrio de María
Isabel, entre las 3.30 y 4 de la madrugada se escuchaba los silbidos
de los niños y muchachos, era el llamado para poder salir a jugar a
la pelota. Corrían a mediados de la década cincuenta del siglo
pasado, y “Patato” Márquez era uno de los primeros que salia a
despertar a sus amigos Celso Suárez el “Chileno” y Waldo Sierra
el “boxeador”. Desde su humilde casa en la calle Tejada 122,
salía todo emocionado, para entonces el ya jugaba los calichines
del equipo de Atlanta que era entrenado por Enrique Espejo.
El pequeño Eduardo
Gabriel Márquez Obando, nació el 27 de marzo del 1944, y cuando
tenía los 10 años de edad, pasó a jugar en su segundo equipo el
Real Madrid de IV Centenario que lo dirigía Octavio Monje.
Pero lo que más gustaba a “Patato” eran jugar defendiendo a su barrio contra los
rivales de siempre como eran Manzanitos y Barrio Obrero, los cotejos
se jugaban en las chacras donde hoy se ubica el barrio de
Ferroviarios.
“Esos si eran partidos
se jugaban muy temprano y eran a muerte” recuerda don Eduardo
Márquez, que en la actualidad cuenta con 69 años de edad y pasa sus
días tranquilo en el calor de su hogar junto a su esposa Sonia
Lazo, en la urbanizació el Edén de Lara.
El gran “Patato”
reconoce que nació con talento para jugar fútbol. Es que desde muy
niño le gustaba jugar a la pelota. “Dos cosas me gustaban jugar,
primero los chotes, que consistían en patear una pelota de trapo
pesada de poste a poste, creo que ahí es donde desarrolle la fuerza,
potencia y dirección a la hora rematar. El segundo juego era el de
chimbar, es cuando llovía se formaban pozas y ahí me gustaba
patalear. Pero también jugaba a la bata, la rayuela, y claro a
las ollitas con mis amiguitas, es que antes se era mas sano, más
inocentes, imagínate que cuando hacia calor nos íbamos al río Chili
ahí nos bañábamos calatos, tanto niños como niñas, yo tendría 9
años de edad”.
No recuerda con exactitud el origen de su apodo, pero lo que si sabes es que lo acompaña desde
muy pequeño. “En mi barrio tenía un amigo, Raúl Fuentes que era medio mudito y no se porque me decía patato. Pero mi mamá Emma Obando, me
cuenta que él trataba decirme que le preste mis zapatos”
La señora Emma, cada vez
que miraba a su pequeño se preocupaba. “Mi hijo tiene sus piernas
arqueadas, parece que se va quebrar” solía decir. Para muchos ahí
radicó su habilidad en el manejo del balón.
Cuando cumplió 12 años
de edad, tenía la costumbre ir al estadio Melgar todos los sábados
y ubicarse detrás de un arco, y hacia de alcanzapelotas, le gustaba
ver como el balón inflaba las redes y soñaba que algún día haría
los mismo. Patato se quedaba en el estadio desde las 6 de la mañana
hasta pasado las 5 de la tarde, observando los partidos de la
tercera, segunda y primera división.
Cuando llegó a la
adolescencia tuvo paso fugaz por el Aurora y White Star. A los 16
años ya con el reconocimiento de todo su barrio que era un buen
jugador, su padre Carlos Márquez decide llevarlo al equipo de
Estrella Mistiana que jugaba en las segunda división, allí en base
a mucho empeño, esfuerzo y sacrificio comenzó a ganarse un nombre
en la tranquila Arequipa.
En el año 1962, con 18
años de edad y por sugerencia de sus hermanos Carlos y Oscar que ya
jugaban en el FBC Melgar, llegó a vestirse de “rojinegro”. La
trasfenrencia es decir el pase de Patato al cuadro dominó costo una
gran mesa de sesiones y 6 sillas para el cuadro del Estrella del
Mistiana. Estando en el Melgar, se inició la vida de la leyenda.
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