viernes, 2 de agosto de 2013

EL NIÑO DE LOS PIES DESCALZOS


Recibió el balón, “Patato” Márquez se encontraba en el medio campo. Levantó la cabeza y comenzó a escribir la hazaña. Se llevó a Juan de la Venga, Rodolfo Guzmán también quedó en el camino, de la misma manera Manuel Grimaldo, ya se encontraba en el borde de área, miro la ubicación del arquero Rodolfo Bazán sacó un remate que se clavó en un angulo. El público que repletó el estadio Melgar salto de alegría, muchos lloraron de emoción en las cuatro tribunas, era la tarde del domingo 2 de octubre de 1966. FBC Melgar jugó con Alianza Lima y había ganado 2-1.
Patato, no lo podía creer, se emocionó y salió corriendo de tras del arco, sus compañeros lo abrazaban. Parado en uno de los palos de su pórtico se encontraba Bazán, aquel arquero que tapaba en la selección Nacional y que en el año 1963 le atajó un penal a el “rey” Pele. Miro al goleador arequipeño, le extendió la mano y le dijo “Bien muchacho, muy bien, tienes mucho futuro”. Después el moreno y experimentado portero se ubico en su zona pensando de donde había salido este muchachito.
En el barrio de María Isabel, entre las 3.30 y 4 de la madrugada se escuchaba los silbidos de los niños y muchachos, era el llamado para poder salir a jugar a la pelota. Corrían a mediados de la década cincuenta del siglo pasado, y “Patato” Márquez era uno de los primeros que salia a despertar  a sus amigos Celso Suárez el “Chileno” y Waldo Sierra el “boxeador”. Desde su humilde casa en la calle Tejada 122, salía todo emocionado, para entonces el ya jugaba los calichines del equipo de Atlanta que era entrenado por Enrique Espejo.
El pequeño Eduardo Gabriel Márquez Obando, nació el 27 de marzo del 1944, y cuando tenía los 10 años de edad, pasó a jugar en su segundo equipo el Real Madrid de IV Centenario que lo dirigía Octavio Monje.
Pero lo que más gustaba a  “Patato” eran jugar defendiendo a su barrio contra los rivales de siempre como eran Manzanitos y Barrio Obrero, los cotejos se jugaban en las chacras donde hoy se ubica el barrio de Ferroviarios.
“Esos si eran partidos se jugaban muy temprano y eran a muerte” recuerda don Eduardo Márquez, que en la actualidad cuenta con 69 años de edad y pasa sus días tranquilo en el calor de su hogar junto a su esposa Sonia Lazo, en la urbanizació el Edén de Lara.
El gran “Patato” reconoce que nació con talento para jugar fútbol. Es que desde muy niño le gustaba jugar a la pelota. “Dos cosas me gustaban jugar, primero los chotes, que consistían en patear una pelota de trapo pesada de poste a poste, creo que ahí es donde desarrolle la fuerza, potencia y dirección a la hora rematar. El segundo juego era el de chimbar, es cuando llovía se formaban pozas y ahí me gustaba patalear. Pero también jugaba a la bata, la rayuela, y claro a las ollitas con mis amiguitas, es que antes se era mas sano, más inocentes, imagínate que cuando hacia calor nos íbamos al río Chili ahí nos bañábamos calatos, tanto niños como niñas, yo tendría 9 años de edad”.
No recuerda con exactitud el origen de su apodo, pero lo que si sabes es que lo acompaña desde muy pequeño. “En mi barrio tenía un amigo, Raúl Fuentes que era medio mudito y no se porque me decía patato. Pero mi mamá Emma Obando, me cuenta que él trataba decirme que le preste mis zapatos”
La señora Emma, cada vez que miraba a su pequeño se preocupaba. “Mi hijo tiene sus piernas arqueadas, parece que se va quebrar” solía decir. Para muchos ahí radicó su habilidad en el manejo del balón.
Cuando cumplió 12 años de edad, tenía la costumbre ir al estadio Melgar todos los sábados y ubicarse detrás de un arco, y hacia de alcanzapelotas, le gustaba ver como el balón inflaba las redes y soñaba que algún día haría los mismo. Patato se quedaba en el estadio desde las 6 de la mañana hasta pasado las 5 de la tarde, observando los partidos de la tercera, segunda y primera división.
Cuando llegó a la adolescencia tuvo paso fugaz por el Aurora y White Star. A los 16 años ya con el reconocimiento de todo su barrio que era un buen jugador, su padre Carlos Márquez decide llevarlo al equipo de Estrella Mistiana que jugaba en las segunda división, allí en base a mucho empeño, esfuerzo y sacrificio comenzó a ganarse un nombre en la tranquila Arequipa.

En el año 1962, con 18 años de edad y por sugerencia de sus hermanos Carlos y Oscar que ya jugaban en el FBC Melgar, llegó a vestirse de “rojinegro”. La trasfenrencia es decir el pase de Patato al cuadro dominó costo una gran mesa de sesiones y 6 sillas para el cuadro del Estrella del Mistiana. Estando en el  Melgar, se inició la vida de la leyenda.

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Soy periodista y me gusta serlo y pienso que: En esta vida hay de todo, periodistas que dicen que no se casan con nadie, pero que se acuestan con cualquiera, lastima que sea impotente.