Texto y Fotos: Mónica Cuti Yauli
Una operación a la vista alejó de las pistas de atletismo a Guillermo Zevallos, quien tras treinta años separado de las carreras, recuerda con nostalgia su época de fondista. A Guillermo lo encontramos en el cementerio de La Apacheta, rodeado de botellas de plástico, vendiendo agua y ofreciendo servicios de pintor de tumbas. Así se gana la vida desde 1985, luego de que tras una operación a la vista le prohibieon hacer lo que más le gustaba: correr.
Nunca pensó ser atleta. Comenzó a trabajar a los 19 años en la Beneficencia Publica de Arequipa como administrativo, pero también realizó labores de obrero. En 1960, el Club Internacional realizó una maratón y Guillermo decidió participar, sus amigos los animaron, y ganó.
Esta fue su primera participación en una carrera. Luego se forjó una fama de corredor por casi 25 años. Guillermo recuerda que unas semanas después de la carrera se encontraba pintando casas en Vallecito, cuando lo invitaron a participar de otra carrera pedestre. Fue el último en inscribirse pero el primero en llegar a la meta. “En esos tiempos me gustaba mucho correr, recorría Arequipa a pie, me gustaba el aire puro”, cuenta.
“A pesar de haber participado en los Juegos Bolivarianos en Ecuador, en 1965, en Chile, Puerto Rico y ser presidente de la Asociación de Fondistas de Arequipa por tres años, no se acuerdan de mí. Mis amigos también han muerto en el anonimato”, reprochó.
Por aquella época empezaba su día a las 4 de la madrugada, corriendo por Pampas de Polanco cuando aún no estaba habitada. Ahora sus días inician a las 9 y su única carrera es cuando alguién demanda sus servicios de pintor dentro de La Apacheta.
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