Texto y Foto: Fabricio Revoredo Carty
En la sala de redacción de “Todo DxT/Sin Fronteras”, sentado en mi escritorio, al frente de aquella computadora que suelo utilizar para idear y llevar a cabo cada uno de mis reportajes; me pongo a escribir la nota que creo ningún periodista quisiera hacer alguna vez. A continuación, expondré, escena por escena, el atropello del que fuimos testigos dos periodistas que llegamos a la Unsa a cumplir con nuestra responsabilidad diaria para con nuestros lectores: informar sobre el acontecer de FBC Melgar. Con la seguridad de no estar exagerando ni malintencionado la información que usted está a punto de leer, me atrevo a decir que los actos del señor Juan Reynoso, entrenador de FBC Melgar, han traspasado la barrera de respeto que todo trabajador que se desempeña en un mismo ambiente debe mantener.
LA LLEGADA
Aproximadamente a las 11:15 de la mañana de ayer arribé a los exteriores del estadio de la Unsa, donde el equipo rojinegro realizaba sus entrenamientos matutinos, con miras al encuentro que disputarán mañana contra Juan Aurich. Para darle una imagen mental al lector, es necesario explicar que la prensa y movilidad de los jugadores (taxistas y choferes) están obligados a esperar afuera del estacionamiento sur que tiene el estadio, hasta que los futbolistas comiencen a salir. Es ahí donde aceptan las entrevistas de los periodistas. Quiero recalcar con énfasis que todos los hechos tomaron lugar en esa ubicación. Es decir, ninguna zona prohibida fue invadida o traspasada.
LA FOTO
Pasado un buen rato desde el momento en que había llegado al lugar, se abre el portón del estadio, que da con el estacionamiento. Ahí es cuando aparece Juan Reynoso, acompañado de Gustavo Vivanco, Darío Muchotrigo y un trabajador más del club (no lo llegué a visualizar con exactitud, pero, si no me equivoco, era Óscar Gambetta, preparador de arqueros de Melgar). Acto seguido, con toda la normalidad que exigía el caso, levanté mi cámara de fotos y le saqué una instantánea a Reynoso, mientras este salía con el excomandante Vivanco (la foto es la que se puede ver adjunta a la nota). Hasta ahí, no había pasado nada fuera de lo común. La prensa, desde su zona asignada, tomando fotos a los integrantes del cuerpo técnico ‘dominó’, como en cualquier día. No es la primera ni la última vez que algo así ocurrirá. Una foto caminando, profesor. En Google, si alguien tipea “Juan Reynoso”, encontrará infinidad de fotos como la mía, que no le hacen daño a nadie.
EL ENCUENTRO
Cuando bajé la cámara y me dirigí a mi colega del diario Líbero, Jonathan Bárcena, a continuar con la conversación en la que estábamos inmiscuidos (me parece que hablábamos de las chances que tiene Cienciano de ascender a primera división), escuché con claridad un grito furioso que llegaba desde la posición en la que estaba el profesor Reynoso. “Sigue tomando fotos nomá, ¡huevón!”, fueron sus palabras. Cuando volteo, efectivamente era el DT de Melgar quien estaba enviándome el mensaje. Ante semejante improperio, atiné a abrir los brazos, como diciendo “¿qué acaba de suceder?”. La respuesta de Juan fue directa: “Mil fotos mías ya tienes huevón”. Yo seguí en la mía y, desde lejos, le señalaba que no entendía a qué se debía esa actitud. Apuntando, a la vez, al lugar donde me encontraba, queriendo explicar que no había traspasado la zona de prensa. Sin embargo, el entrenador no se calmaba y gritó nuevamente: “Sigue tomando las fotos que quieras, huevón, hasta el fondo los voy a mandar” (explicando, de manera irrespetuosa, que nos prohibiría incluso estar en los alrededores del estadio). Sus acompañantes, que ya habían advertido el error en que estaba incurriendo Reynoso, le sugerían que se calme, pero eso estaba muy lejos de suceder.
SIGUEN LOS INSULTOS
Mi colega, Jonathan Bárcena, ante la mirada de los conductores de taxi, levantó la voz y dijo, “lo que dice es una falta de respeto, profesor”. ¡Click!, Reynoso explotó. Con aire amenazante se acercó a una distancia de menos de medio metro de nosotros y exclamó a toda furia: “¿Cuál falta de respeto, huevón? Si ya tienen mil fotos y me siguen tomando todo el tiempo. Este huevón (señalándome) está que me toma fotos”, a lo que el periodista de Líbero respondía alegando que “nosotros solo estábamos haciendo nuestro trabajo, sin dañar a nadie”. Lo cual, sin temor de pecar de cínico, era la pura y absoluta verdad. Con la razón de mi lado, le expliqué al entrenador que “por más de tener muchas fotos de él, toda noticia debe presentar un factor de ‘actualidad’ y justamente esa era la intención”. Su respuesta fue todo, menos digna de un caballero: “Ah ya, entonces cuando esté en la calle le voy a tomar fotos a tu madre y a tu hermana, a ver si les gusta también”. Le repliqué el porqué de meter a mi madre en esto, pero Reynoso nunca dejó de “huevonearme” y repetir como licuadora su aberración a las cámaras. Entró a su camioneta, junto a sus acompañantes, y se fue.
MI RESPUESTA
Estimado Juan Reynoso, ahora con más calma, le expreso lo siguiente:
No espero su disculpa hacia mí, ya que su personalidad de “líder supremo” no se lo va a permitir jamás. Yo soy un simple periodista, debe pensar, y seguramente sus amistades me pondrán a mí como el malo de la película. Pero, un consejo hasta de un conejo, cálmese, señor. Bájele las revoluciones. Esto es simplemente fútbol: “Lo más importante de las cosas que no importan”, dicen por ahí. Puedo ser profesional y haberme aguantado todas las cosas que usted se merecía como respuesta a su actitud tan lamentable. Pero no creo ser esa palabra que tanto le encanta pronunciar, que empieza con la letra ‘h’, y tiene que saber que a la prensa, y a quien sea, se le respeta. Sobre todo si es que de mi parte nunca ha existido la falta de ese respeto que decidió quebrar conmigo y mi compañero. Usted, señor, se metió con mi familia, cuando yo nunca lo he hecho, y no tengo que ponerle adjetivo alguno para que el lector saque sus propias conclusiones. No creo que tenga la cara de negar todo lo escrito líneas arriba, porque aunque le moleste aceptarlo, sabe que es la verdad. De mi parte, seguiré haciendo mi trabajo. Tomaré todas las fotos que me dé la gana tomar, mientras que me encuentre en potestad de hacerlo, sin infringir norma alguna. Tan fácil hubiera sido que me diga con tranquilidad “hey, no quiero que me tomen fotos, por favor” y ahí hubiéramos conversado. Pero no, hace tiempo que para usted nosotros somos una carga innecesaria, la cual no merece ni mirarla a los ojos, como así lo hace en el día a día. Por último, nada más desearle suerte y comentarle que si llama al diario, ahí le pueden dar mi dirección para que pueda tomarle las fotos que tanto quiere de mi madre. Total, por algo amenaza, ¿no?
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