Convocó a una reunión. Estaba delante de todos: comando técnico, plantel de jugadores y plantel de auxiliares. Habían perdido el primer partido y pese a esa derrota tenía fe en que las cosas podrían mejorar. “Ganando los dos partidos, somos campeones”, había dicho.
Él les comentaba que iban a campeonar, que llegarían al fútbol profesional. Volverían en el primer vuelo a Arequipa para festejar. Estarían un día y después se irían a Puno, allí todos juntos celebrarían su cumpleaños, además se sortearía unas cuantas camionetas entre los jugadores que viajarían a la ciudad lacustre.
Ellos, es decir, los jugadores, escuchaban con atención. De pronto el presidente siguió hablando: “Aquí siempre se les ha cumplido”. Y entonces sacó un estuche, lo levantó y lo mostró. “Este es el premio”, prometió.
Eras tres cheques, que juntos hacían la suma de un millón quinientos mil soles. Y tras esto sostuvo que era ese el premio si conseguían campeonar. “Quiero la orejona y si me lo traen esta es la recompensa”. En un cheque estaba escrito el nombre del entrenador, en el segundo el nombre de un delantero y en el tercero de un defensa, de 500 mil soles cada uno. “Este es el premio para que se repartan entre todos, luego de campeonar”.
Dicen sus allegados que hasta ahora el presidente del “Poderoso del Sur” no entiende por qué no campeonaron.
El fútbol peruano está llena de historias de mecenas, sobre todo en la Copa Perú. Personas que entregan dinero a diestra y siniestra. Yo diría que aquí invierten a pérdida, porque en este torneo ningún dirigente de club gana dinero en la magnitud de lo que da. Claro que saldrán algunos alegremente a decir mil y una barbaridades de forma irresponsable, sin tener la confirmación o prueba de que ese dinero llega a la Copa Perú de forma ilícita. Pero también es cierto que hay sospechas, pues mientras no se tenga la certeza o pruebas, nada se puede decir.
Los mecenas generalmente son empresarios que, con la “fiebre” del entusiasmo, aportan dinero hasta que dure esa “fiebre”. El equipo va bien, hay buenas campañas porque existen buenos jugadores, la necesidades de los deportistas y comando técnico son cubiertas. Pero cuando esta “fiebre” pasa, este empresario deja el barco y esa embarcación va a la deriva y está condenado a naufragar. Casos concretos en nuestra realidad está el Total Clean con Félix Enciso, Atlético Universidad con Rolando Cornejo y Valdemar Medina, si bien es verdad que no eran empresarios, pero solventaban la campaña con fondos de la Unsa.
Uno de los males del fútbol peruano, sin duda, es que no existen organizaciones sólidas, fuertes desde el punto de vista deportivo, económico y administrativo. Están a la espera que llegue un mecenas. Todo esto se ve generalmente en la Copa Perú, porque en el fútbol profesional existen los “inversionistas”, que sin duda invierten para ganar dinero y ganan no para el club que les cobija, sino para sus propios intereses particulares. Pero esa ya es otra historia.
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